l igual que en el resto de España, en Cuenca, el siglo XVIII comenzó de una manera bastante dramática, con una larga guerra: la Guerra de Sucesión.
El detonante de esta guerra había sido la muerte sin descendencia del último monarca español de la Casa de los Austria, Carlos II, el Hechizado.
En estos años de guerra, Cuenca se vio ocupada por las tropas del archiduque Carlos, y sufrió numerosos saqueos y desmantelamientos que provocaron que la ciudad quedara arrasada.
Con la paz, la ciudad inició un tímido proceso de recuperación, hasta que en el último tercio del siglo XVIII Cuenca sufre un crecimiento moderado, tanto demográfico como económico, que influirá también en una renovación arquitectónica de la ciudad, en la que mucho tuvieron que ver dos obispos: don José Florez Osorio y don Antonio Palafox y Mendoza.